miércoles, 11 de marzo de 2009

MUERTE-QUE-APENA




Que todos callen

ante el caos desdibujado de un ser

lastimado en la calle.

La imposibilidad de lo humano

frente a lo humano.

La sutura de un oscuro imprevisto

duele y no llora.

Hablamos de muerte entonces

cuando ya no

tenemos un arma cargada.

Y ya todo se desvanece.

Hasta nuestros cuerpos.

Te vendo mi brazo

mi rodilla, y nada pasa.

O todo pasa.

La plata, el poder,

el hambre, la efedrina,

la vedette,

en la cornisa de nuestras bocas.

Lo único válido en esta

incongruencia

es que todos callen

y tiren

la primera

piedra.

1 comentario:

  1. "¿Qué es este dolor?" me pregunto
    bajo el hacha terrible del verdugo.
    Los ruiseñores se han extinguido
    sobre el cielo de la desesperanza.
    Y los hijos de puta de ayer,
    de hoy, de siempre,
    siguen castigandonos con latigos invisibles;
    fieros latigos, terribles latigos
    que no vemos pero ahí están,
    doliendonos.
    Es el hambre Analia,
    y la impotencia más aguda.
    Y es el amor que no se da,
    y es el pueblo que llora.
    Y allí los hijos de puta de ayer,
    de hoy, de siempre,
    recordandonos,
    obligandonos
    a no abandonar
    la lucha.

    Keiser.

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