Que todos callen
ante el caos desdibujado de un ser
lastimado en la calle.
La imposibilidad de lo humano
frente a lo humano.
La sutura de un oscuro imprevisto
duele y no llora.
Hablamos de muerte entonces
cuando ya no
tenemos un arma cargada.
Y ya todo se desvanece.
Hasta nuestros cuerpos.
Te vendo mi brazo
mi rodilla, y nada pasa.
O todo pasa.
La plata, el poder,
el hambre, la efedrina,
la vedette,
en la cornisa de nuestras bocas.
Lo único válido en esta
incongruencia
es que todos callen
y tiren
la primera
piedra.
"¿Qué es este dolor?" me pregunto
ResponderEliminarbajo el hacha terrible del verdugo.
Los ruiseñores se han extinguido
sobre el cielo de la desesperanza.
Y los hijos de puta de ayer,
de hoy, de siempre,
siguen castigandonos con latigos invisibles;
fieros latigos, terribles latigos
que no vemos pero ahí están,
doliendonos.
Es el hambre Analia,
y la impotencia más aguda.
Y es el amor que no se da,
y es el pueblo que llora.
Y allí los hijos de puta de ayer,
de hoy, de siempre,
recordandonos,
obligandonos
a no abandonar
la lucha.
Keiser.