MICRORELATOS FEISBUQUEANOS
Estas fueron pequeñas entregas de una gran historia. De a poco, FB se convierte en hojas, para que todos los días, tengas una nueva y breve lectura. Ella tiene ganas, no que la perdones, sino al menos, logres entenderla.
Aquella vez, la hizo gemir de punta a punta de la cama. La claridad lo obligó a huir con los pies todavía descalzos y alcanzar el próximo taxi. Pagó con billetes grandes. Todo el cambio se lo había dejado sobre su mesita de luz.
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Despertó exausta con un triste ventilador silencioso que marcaba círculos en el techo. Encontró un teléfono de prefjo extraño escrito en uno de los billetes y tomó su celular.
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Buscó sus lentes de aumento.
Alguna vez, ella fue princesa. Él no le creía, pero bailaba con los brazos izados a cada lado, alrededor de sus muñecas. La madurez le estaba tocando el hombro y esta vez, lo sentía en sus bordes. La forma en que ponía el cuerpo sobre el colchón, en el modo de mirar, en la suela de sus zapatos, en la claridad con la que estaba aceptando no ser amada por ningún hombre.
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Una voz masculina atendió y enseguida reconoció el tono. Podría haber sido cualquier otro de sus hombres. Ansioso del otro lado exageró historias usando términos en inglés. Parecía un hombre importante. En cuanto él marcó una pausa, ella aprovechó para preguntarle: "¿A dónde estás?"
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Él carraspeó y luego de unos segundos le dijo que no se preocupara, que estaba bien, y muchas otras excusas que a ella no le sirvieron ni siquiera para ilusionarse. Cuando cortó, la habitación parecía mucho más grande y el billete que había servido de borrador, ya había perdido todo su valor.
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Se guardó el resto en el bolsillo, haciéndolo un bollo. Luego caminó durante horas por la Peatonal y por lugares que ya no recordaba hasta que cayó la tarde. Quería creer que él la quería de algún modo. Todavía se preguntaba por qué le habría dejado su teléfono. Acaso había algo más que debía saber?
...continuará...
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